Capítulo 30 – Desilusión.

Las imágenes aisladas, inconexas y envueltas en la neblina de la lejanía que los niños conservaban de España en su memoria, nada tenían que ver con la realidad a la que se enfrentaron nada más pisar de nuevo su patria. Ante sus ojos una España gris, hambrienta, envejecida, humillada y aislada del resto del mundo. La España de las tres eses, como la bautizó el escritor Juan Eslava Galán: “Sable, sotana y sindicato”.

 

Visión de la España de los años 50 de la fotógrafa Inge Morath

 

A su llegada al puerto de Barcelona los “Niños de la Guerra” traían consigo un equipaje ligero y 175 dólares que era lo máximo que permitía el gobierno soviético sacar del país para empezar una nueva vida. Esta suma era el equivalente a un mes del salario medio de entonces. Insuficiente. Ridículo. Algunos tuvieron la suerte de localizar a familiares que, a pesar de la situación económica del país, podían mantenerles un tiempo, pero la mayoría se encontraron con que los miembros de su familia habían fallecido o simplemente malvivían en una situación aún más precaria que la suya propia.

El encuentro con una España profundamente católica contribuyó a que las sociabilización de los “Niños de Rusia” resultara aún más complicada.  Ninguno de ellos había recibido educación cristiana, pero la presión social o familiar hizo que algunos decidieran convertirse al catolicismo. La propaganda anti-comunista era feroz, eran muchos los familiares que preferían no acoger a los rojos en sus casas por miedo a las represalias franquistas. Convertirse al catolicismo significaba, en cierta medida, claudicar con el régimen y vivir en paz.

“Uno de los `Niños de Rusia’ cuenta cómo, después de ver a su madre por primera vez en veinte años, ésta la pasó la mano por la frente para comprobar si – como afirmaba la propaganda del momento – los comunistas, en efecto, tenían cuernos”  El País – 20/06/1983

La pegajosa sensación de sentirse extranjero en su propia tierra acompañará a estos Niños de corazón dividido para siempre…

 

Sigue la historia de los Niños de la Guerra desde el capítulo 1

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3 respuestas a Capítulo 30 – Desilusión.

  1. Juana dijo:

    Una amiga de mi marido le contaba que, de pequeña, creía que los «rojos» tenian rabo y cuernos, cuando conoció a uno por primera vez no podía creer que fuesen «normales» ….

  2. Javier dijo:

    Los niños de la guerra fueron utilizados como arma política y arrojadiza por unos y otros. Poco, o nada, importaban ellos, sólo la conveniencia o interés de terceros labró su destino.

    Un abrazo

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