Capítulo 24 – Futuros prometedores

Los estudios superiores en la Rusia de principios de los años 50 eran un derecho para cualquier joven soviético que tuviese el nivel suficiente para acceder a ellos independientemente de su estatus económico o social. Todos los niños españoles habían adoptado la ciudadanía soviética, por tanto, el deseo de estudiar una carrera superior era una decisión que los jóvenes debían tomar por su cuenta. Como en tantas otras cuestiones sociales, el Partido era el encargado de decidir todos los años el número de universitarios que accedería a las facultades suponiendo así  que las admisiones estarían designadas a los más capacitados. Los afortunados eran ayudados económicamente por el gobierno con un sistema de becas que podían ser suspendidas si se consideraba que el alumno no estaba rindiendo como le correspondía. 

Las universidades de Moscú eran las más solicitadas y, por lo tanto, el acceso a ellas era más complicado: se tenían en cuenta las calificaciones, la carrera elegida y  la afinidad al Partido. El acceso para los españoles tenía una dificultad añadida: dos de las asignaturas obligatorias eran el dominio del ruso hablado y escrito, un dominio excepcionalmente difícil hasta para los nativos. Por mucho tiempo que hubiesen dedicado a su aprendizaje, para los niños españoles el rusos nunca sería su idioma materno  y la mayoría jamás consiguió quitarse el particular acento castellano. A pesar de ello, muchos consiguieron acceder a las carreras superiores.

Jóvenes Españoles en la Universidad de Moscú

Quienes no quisieron ingresar en las universidades, tenían la posibilidad de acceder a estudios de grado medio, a escuelas de artes y oficios o  a trabajar en las fábricas como obreros especializados.

 

Alumnos Españoles del Instituto Técnico de Peritaje de Moscú

Una vez terminados los estudios, el Estado era el encargado de designar el puesto de trabajo más adecuado a las capacidades de cada aspirante.

En 1950,  375 de los niños españoles que sobrevivieron en la antigua Unión Soviética, se graduaron en la Universidad, 212 fueron obreros cualificados y 143 terminaron sus estudios de grado medio. A partir de esta fecha, una vez distribuidos en diferentes puestos de trabajo a lo largo y ancho de la URSS, los españoles pasaron a formar parte del complejo entramado social del país y el grupo se fue dispersando por todo el territorio ruso.

Hasta ese momento, la cohesión entre todos los españoles residentes en la URSS era innegable. El Partido Comunista Español establecido en Moscú se encargaba de organizar actividades lúdicas dirigidas a los españoles que pretendían afianzar su identidad: eventos gastronómicos, deportivos o artísticos que favorecían la expresión y el mantenimiento de la lengua. Los exiliados, si bien hablaban entre ellos el español, fueron poco a poco introduciendo en su vocabulario palabras rusas hasta crear el llamado rusiñol, una jerga mezcla de español y ruso: «¿Dónde está el chainik?»  (¿Dónde está la tetera?) o «Para llegar aquí he tenido que hacer perejod en el metro» (para llegar aqui he tenido que hacer un transbordo en el metro).

Este argot se fue transmitiendo de generación en generación. En mi casa a veces suenan frases como «¿Queréis un chai?» (¿Queréis un té?), a lo que mis hijos responden al unísono:  » Yo ne jochu!» ( yo no quiero!)…

 

 

La historia de los Niños de la Guerra desde el capítulo 1

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2 respuestas a Capítulo 24 – Futuros prometedores

  1. Mónica dijo:

    Me ha gustado mucho el post.
    Un día ¿no destallas más de ese interesante dialecto mezcla ruso-español: el «rusiñol»? Me ha parecido interesantísimo.
    Ya estoy impaciente y expectante para la entrega del próximo capítulo…los colecciono!

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